Vaya, a modo de pésame a familiares y amigos, por todos los que ya no están y, en especial por Álvaro y Luís.
Esta
conciencia maldita
me tiene muy
enfadado,
ni a sol, ni
a sombra me deja.
¿La conciencia o el albedrío?
Acaso ¿No
son lo mismo?
Hacer lo que
quiero, no puedo,
por aquello
del respeto, ese
del que
hablaban los abuelos.
Edad,
dignidad y gobierno,
ya no quedan,
se han perdido.
Cosa es, de
políticos y bastardos,
que han
hecho un lío.
Si yo fuera
Pedro o Pablo,
Otegui o
algún Bilduno,
Esteban o algún
Torrao,
que han
pasado de toreros
a
saltimbanquis de feria,
quizás, yo pudiera
hacer
lo que a la
gana me venga.
¡Ah! Si por
el nombre fuera,
ya lo
hubiera yo cambiado.
Pero, no es
el nombre,
es la
conciencia mía,
que en nada
se parece
a esta que tiene
y luce
esta gente
enloquecida.
Eso,
hablando de España,
si a Valdemorillo
vengo,
al monte me
están tirando,
los vecinos
de este pueblo.
Seguro ¿Qué Los vecinos?
¡No! ¡No!
Por Dios,
ya no sé lo
que me digo.
Los vecinos
no, los partidos,
aquellos que
han gobernado.
Promesas y
más promesas,
todas quedan
en la mesa.
Pepe, Marisa
y Juan,
todos lo
mismo me dan.
Mal lo tiene Don Andres,
pues, ni los suyos aprueban
que sus derechos defienda.
Pues no he
de parar,
se pongan
como se pongan,
por
conciencia y por san diez,
este que
viste y calza,
no dejará de
dar: La lata,
la murga y
lo que haga falta.
Por coraje
no ha de ser,
para
aguantar, si hace falta,
la sartén de
los que mandan
y de la
plebe, su ignorancia,
porque me da
su revés.
Setenta y
seis tengo ya,
mucho ya no
me queda,
a los cien,
no quiero llegar.
Con la
esperanza perdida,
solo puedo
soñar, que aparezca,
para poderme
marchar.
Cuidaros y pasadlo bien. Andrés
VALDESÍA EN VALDEMORILLO, 23 de abril 2020.
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