Permítanme
ustedes que le dedique esta historia a Don Mariano Rajoy. Digo historia porque no es
un cuento, yo la viví en la finca de Félix Pólux, que en paz descanse, un
paisano de Valdemorillo; un paisano al que nunca le agradeceré bastante que nos
alquilara su finca, la que linda con el rio Perales, cien metros aguas arriba
del puente, en la carretera que va a Navalagamella; nos la alquilaba por lo que
daba en patatas.
Ahí va Don
Mariano: En esa finca, que disfrutamos como “enanos”, en el mejor y más cálido
sentido de la palabra, muchos fines de semana y tres meses de verano, hará unos
treinta años, nos encontramos un día al llegar con dos perros negros, preciosos,
de pelo corto y brillante, al punto de dejar de ser cachorros, cariñosos,
educados,.. Pensamos que alguien los había dejado abandonados, o se le habían
perdido, debían tener hambre, se acercaron a nosotros y les dimos algo de comer
esperando que alguien volviera a por ellos. No fue así, aquel domingo nos
fuimos tarde, pero nadie apareció para recogerlos. Llegada la hora, les dejamos
lo que sobró y nos fuimos. Así ocurrió durante varias semanas.
Un día, cuando
llegamos solo había un perro. Pensamos que ya aparecería el otro ya que
siempre, a los pocos minutos de aparecer nosotros, llegaban corriendo como
locos de la finca de al lado, la que cuidaba Julio, ese paisano, también de
Valdemorillo, con garrota y cara de pícaro avispado que se pasea por la parte
baja del pueblo. Ese día, un buen rato después, apareció el otro perro. Don
Mariano, llevaba una pata rota, solo la sujetaba un poco de piel trincada por
un buen cepo, un cepo de esos que solo le faltan los dientes para ser de lobo.
El pobre animal se acercó como pudo. Le cortamos la piel y parece que sonreía
agradecido.
No duraron
tres meses más los perros. Supongo que al trampero no le hacía pizca de gracia
que se alimentaran de sus conejos. La próxima vez que me encuentre con Julio le
preguntaré por esa historia.
A lo que voy.
Perdóneme usted Don Mariano si le comparo con el perro de la pata rota y
pillada por un cepo. Vaya por delante que, aunque critique algunas cosas, yo
estoy con usted. Bien: Usted es el perro, metafóricamente o parabólicamente hablando,
el cepo que le tiene pillado le sujeta a la súper-estructura del Estado, la
pata rota. Todo el mundo le está pidiendo a gritos que corte esa piel trincada
por el cepo y usted no es capaz. No se preocupe Don Mariano, ya se la
cortaremos. Esto también vale para Doña Pilar que también tiene una buena
rémora y un buen cepo. Si ustedes se han creído que estos “pringaillos” nos
vamos a tragar todo lo que nos echen están muy equivocados. Saben cuál es la “putada”
y perdón por la expresión, es que cuando eso ocurra todos, sin excepción, lo
vamos a pasar muy mal, todavía peor que ahora, todo porque ustedes no han sido
capaces de cortar una maldita piel que ya está muerta.
Saben que es
lo más triste, que yo seguiré votándoles porque a la vista, en el ámbito en que
me muevo, no hay nada que les haga la más mínima sombra. Yo tragaré por esto,
pero ustedes hacen muy mal si no cambian el rumbo y empiezan a eliminar todo
lo que sea superfluo en la Administración y ustedes saben, mucho mejor que
yo, que es lo que está sobrando.
Pasadlo bien.
Andrés