Estoy convencido de que todos los seres
humanos tenemos un determinado tanto por ciento de cinismo en nuestro ADN. Lo
del “ascua para mi sardina” es un dicho, o un refrán o una frase que refleja
bastante bien el egoísmo y el cinismo del ser humano. También aquella otra
“ande yo caliente y ríase la gente”. Esta última se la aplican muchos
políticos, desde los Ayuntamientos al Congreso de los Diputados.
Y
dijo Carmena algo así como:
“El
aborto no es matar bebés”.
Y se
quedó tan fresca.
Tan fresca cómo los que se sientan en la
mesa del Pleno del Ayuntamiento de Valdemorillo que, cuando se les pregunta por
los temas de urbanizaciones, contestan que el asunto es complicado, que lleva
muchos años, más de cuarenta, que se lo han encontrado así, que no saben qué
hacer y que hacen lo que pueden. Y luego tienen el atrevimiento de cobrar a
final de mes.
Ya
ves Carmena, estos tampoco matan bebés, pero abortan cualquier posibilidad de
entendimiento entre el Ayuntamiento y los vecinos de urbanizaciones, más de la
mitad de los empadronados.
Tal como yo veo las cosas, desde el
momento en el que el óvulo es fecundado, tenemos un posible ser humano, siempre
y cuando llegue a buen término. ¿En qué instante del desarrollo de este “no
bebé” empieza a repugnarnos su aborto?
Al igual que con “la ejecución de una
condena a pena de muerte”, son dos preguntas que me he hecho más de una vez. En
este caso me parece más fácil la respuesta, creo que no sería capaz de trabajar
de verdugo, por lo tanto no soy partidario de la pena de muerte, antes si lo
era. Se ve que uno madura, aunque sea muy despacio.
En el caso del aborto ya no lo tengo tan
claro como Carmena. Personalmente pienso que a lo largo de la historia “se han
matado muchos bebés” con el aborto, con esta ley, con la anterior o sin ley
alguna. El control de la natalidad ha existido siempre justificado por mil
razones diferentes. Yo considero que siempre el egoísmo personal o social lo ha
justificado. Cuando la sociedad no lo ha justificado pobre de aquella mujer
caída en desgracia y pillada.
Los anticonceptivos, las pastillas del
momento o los preservativos de cualquier tipo parece que solo repugnan o
rechazan aquellos cuya moral, en muchos casos religiosa, lo incluye en su
“catecismo”. A pesar de lo antinatural que me pueda parecer, lo de la píldora
del día después, quizás sea lo menos dañino moralmente. Después de eso yo
rechazo cualquier intervención, más o menos, quirúrgica. Como en toda regla,
“siempre habrá excepciones”.
En una sociedad como la de hoy, en la que
hay tantísima información, me resulta incomprensible que se llegue al aborto en
el grado actual al que se llega.
Dicho esto, no se me ocurre acusar, ni
perseguir, ni siquiera señalar a la mujer que haya tenido que pasar por tal
circunstancia. Al contrario, yo acuso a esta sociedad nuestra por no ayudar a
tope, a las mujeres que se encuentran en esa encrucijada de tener que abortar
porque las circunstancias de la vida le hayan sido o le sean adversas.
Lamento que los cabreados con razón de
estarlo, que la tienen, hayan optado por votar la gente que tú defiendes como
la asaltadora de capillas, el chistoso de humor negro, historiadores
especializados en cambiar nombres de calles, titiriteros educadores de niños,
matones de policías y concejales, etarras y similares,...
Lo siento Miguel, a mí me quieren tomar el
pelo, lo que hacen contigo no tiene nombre.
NOTA: Lo siento, hoy no tengo el alma para fotos, ni siquiera para poneros un muro.
Pasadlo bien. Andrés