Un día espléndido de sol para
disfrutar de la romería en honor de la Virgen de la Esperanza. Como siempre, acompañan
las dulzainas y los tambores y, como no, una corte de danzarines con los trajes
típicos de Valdemorillo. Doblan las campanas, pero… los romeros se hacen de
rogar, no llegan.
Llegados a la espadaña de la ermita, apean a la Virgen y la
llevan en volandas a su altar.
Muy en volandas, no, pero sí con cuidado, que la puerta
es bajita y no la quieren dejar sin su corona.
No le queda mal el traje a nuestro Alcalde, recién
estrenado, ¡El Alcalde! El traje no sé.
Ya está puesta en su lugar y disponen el altar
para celebrar la Santa Misa.
Con esa forma tan especial que
tiene Don Pablo, con un poquito de guasa, pero diciendo lo que quiere decir, les
riñe a los danzantes y les anima para que aprendan a bailar el rondón caminando, así
llegarían un poco antes. Echó de menos a alguien, le parecimos pocos, menos que
otros años, a mí también. Solo vi dos carrozas.
Me encanta la Misa de once
de los domingos, la de los niños. No puedo evitar el recuerdo de otras Misas,
cuando yo tenía su edad. Ese revoloteo de los pequeños, a la hora de desear la
paz, por toda la iglesia, es algo que me conmueve. A buenas horas se nos
ocurría a nosotros hacer lo mismo. En esto hemos ganado.
A falta de niños
correteando, me ha encantado el detalle del coro con canciones que me
recordaban villancicos y luego, un solo o casi, creo que de “barítono”, no me lo esperaba. Les doy las gracias a todos, me gustó un montón.
Cada uno, con su corrillo se
fueron a merendar, nosotros nos volvimos a casa.
Siempre hay alguna nota
discordante. Ya me iba, cuando vi la cadena en el portón del prado. Este año no
he oído críticas. ¡Qué pronto nos hacemos a los cambios! Me fui con una cierta
tristeza.
Pasadlo
bien. Andrés
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