Comparto todo esto que me ha llegado en un correo. Cada segundo que pasa me cuesta más soportar esta suelta de eterras, asesinos y otros vichos. No la entiendo. Esto no es conseguir la paz es rendirse.
El artículo de Ussía
Por mi parte, sólo puedo manifestar mi alegría por no tener el disgusto
de conocerlo.
LA RAZÖN, jueves 31 de
octubre de 2013
Respeto y amargura
El texto que sigue es un documento de honor, escrito desde el respeto,
la
buena educación, la amargura y la perplejidad. Su autor es un guardia civil, don Eugenio Martínez Salido, y le ha sido dirigida al juez español del Tribunal de
Estrasburgo, López Guerra. No tiene desperdicio.
buena educación, la amargura y la perplejidad. Su autor es un guardia civil, don Eugenio Martínez Salido, y le ha sido dirigida al juez español del Tribunal de
Estrasburgo, López Guerra. No tiene desperdicio.
«Carta a
un Magistrado. A Su Ilustrísima D. Luis López Guerra.
Desde mi condición de español y guardia civil, tengo el honor de exponer:
Desde mi condición de español y guardia civil, tengo el honor de exponer:
Que
habiendo tenido conocimiento de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, del que Su Señoría forma parte, en el que se declara no acorde a
derecho la denominada «Doctrina Parot», y a tenor deja abierta la vía de
excarcelación a una serie de asesinos, violadores, psicópatas y delincuentes
varios, he de manifestarle mi más profunda repulsa por este hecho, y ante las
dudas que puedan surgirle ante esta argumentación, quiero matizarla con algunos
aspectos diferenciadores entre Su Señoría v mi propia persona.
Tanto Su
Señoría como yo nacimos en España, y por lo tanto a efectos legales ambos somos
españoles. Pero en la década de los 80, mientras Su Señoría impartía clases de Derecho Constitucional en
la Universidad, yo vestía el
uniforme de la Guardia Civil, y pateaba el Pirineo sufriendo las inclemencias del tiempo, y lo que es peor, la pérdida de compañeros y amigos bajo la barbarie terrorista.
uniforme de la Guardia Civil, y pateaba el Pirineo sufriendo las inclemencias del tiempo, y lo que es peor, la pérdida de compañeros y amigos bajo la barbarie terrorista.
Entiendo
que su labor fue ardua y necesaria. La formación de nuestros jóvenes lo
requería y no dejo de valorarlo. Pero quizá Su Señoría no se ha parado a
pensar, cuando votó a favor de dejar en libertad a aquellos que asesinaron a
mis compañeros, que mi misión también fue necesaria. Sólo consistía en jugarme
la vida para proteger a todos los españoles, Su Señoría y sus alumnos
incluidos.
Puedo
contarle muchas historias de aquella época. No de oídas, sino en primera
persona, puesto que formé parte de los entonces recién creados Grupos
Antiterroristas (GAR). Puedo contarle cómo fue la liberación de Orbegozo, del
Doctor Iglesias, de Ortega Lara, o cómo se desarrolló la angustiosa búsqueda
de Miguel Ángel Blanco. Y lo que es peor, puedo contarle la sensación que se tiene al recoger los trozos de un compañero de las ramas de un árbol en Pamplona.
de Miguel Ángel Blanco. Y lo que es peor, puedo contarle la sensación que se tiene al recoger los trozos de un compañero de las ramas de un árbol en Pamplona.
Sería
muy largo, pues son muchas y no quiero aburrirle con historias pasadas. Sólo
quisiera que, si algún día lee esto, se pare a pensar si los españoles
merecemos que individuos como esos vuelvan a la calle, y si con su voto ha
conseguido dejar en libertad a un psicópata que mate o viole a otra niña. Y si
eso ocurriese, que Dios no lo permita, le quede la necesaria tranquilidad moral
y autoestima para seguir mirando a sus seres queridos y al resto de sus compatriotas.
Quedo a
su disposición como miembro de la Guardia Civil y garante de la legalidad
establecida, aunque no comparta votos como el que Su Señoría ha emitido en el
caso que nos ocupa.
Eugenio Martínez Salido. Guardia Civil».
Ignoro
si el receptor de esta carta admirable y educada ha tenido la cortesía de
leerla. Ignoro si el receptor de esta carta herida y respetuosa ha hecho por
leerla y ha podido terminar su lectura. Ignoro si al receptor de esta carta
valiente y desesperanzada, al leerla en su totalidad, se le caído la cara de vergüenza.
Me
lo figuro en Estrasburgo, viviendo como un pachá, aparentemente insensible,
pero con la sensación de asco que se experimenta después de obedecer una orden
ignominiosa. Y también ignoro si sus familiares y amigos van a verlo a partir
de ahora con la misma generosidad y amnistía que una semana atrás. Por mi
parte, sólo puedo manifestar mi alegría por no tener el disgusto de conocerlo.
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