domingo, 20 de abril de 2014

¿RESPETO A LAS MINORÍAS?



¿A qué minorías?
Desde esta ventana veo seis parcelas que se han “anexionado” los aparcamientos públicos que tienen delante y no nos dejan aparcar en ellos, ni siquiera podemos pisarlos. Son seis frente a trescientos. 
¿Tengo que respetarlos?

En el Ayuntamiento de Valdemorillo hay dos o tres funcionarios de primer nivel y dos o tres políticos que permiten ese atropello. ¿También tengo que respetarlos?

Dicho sea de paso, en el debate sobre la independencia de Cataluña, dijo el Señor Rajoy: “Ningún vecino es dueño de las calles por donde transita”. Digo yo que se puede decir lo mismo de los aparcamientos públicos.

En la política nacional, autonómica y de los ayuntamientos hay más de un político que se ha llevado a espuertas el dinero público. Los hay que han sido condenados por los jueces, que ya es difícil, y luego el Consejo de Ministros los indulta. Da lo mismo el color.
¿También tengo que respetarlos?

Si hablamos de los sindicatos, esos que debían defender a los trabajadores, ya vemos lo que pasa, hasta se permiten arremeter contra la Juez Alaya.
¿También tengo que respetarlos?

A esos ejecutivos fantásticos que han arruinado las Cajas y se han indemnizado con auténticas fortunas.
¿También tengo que respetarlos?

Por si fuera poco, todavía hay quien intenta hacernos creer que la Justicia es independiente del poder de los políticos.


Supongo que en el resto del mundo pasará algo parecido. Lo que ocurre en esta España nuestra me duele más, debe ser por lo cercano. La sensación, que cada día es más fuerte, es de qué hay demasiadas minorías que nos hacen la “puñeta” hasta agobiarnos. Poco a poco parece que uno pierde la fe en los demás y la esperanza de remedio se va disipando como un azucarillo en el café.

Alguien ha hablado de una mayoría silenciosa. Torpe y estúpida, diría yo. Parece como si unos cuantos señores estuvieran en posesión de la verdad y consideran que el resto son un atajo de borregos a los que hay que ir trasquilando poco a poco, luego curtir su piel en la desgracia, hacerlos fuertes en el sufrimiento y así unos por convencimiento y otros por la resignación que han mamado, se callan camino del matadero.

Mal que me pese ¡Que no cuenten conmigo! Como ya dije alguna vez recordando a Quevedo, creo:

No he de callar,
por más que con el dedo,
señalando la boca
o ya la frente,
silencio avises
o adelantes miedo”.


El que quiera entender que entienda. Quedan disculpados de entender aquellos que no tengan entendederas ya sean políticos, funcionarios o vecinos.


Pasadlo bien. Andrés

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