¿A qué minorías?
Desde esta ventana veo seis parcelas que se han “anexionado” los
aparcamientos públicos que tienen delante y no nos dejan aparcar en ellos, ni
siquiera podemos pisarlos. Son seis frente a trescientos.
¿Tengo que
respetarlos?
En el Ayuntamiento de Valdemorillo hay dos o tres funcionarios de
primer nivel y dos o tres políticos que permiten ese atropello. ¿También tengo
que respetarlos?
Dicho sea de paso, en el debate sobre la independencia de
Cataluña, dijo el Señor Rajoy: “Ningún vecino es dueño de las calles por donde
transita”. Digo yo que se puede decir lo mismo de los aparcamientos públicos.
En la política nacional, autonómica y de los ayuntamientos hay más
de un político que se ha llevado a espuertas el dinero público. Los hay que han
sido condenados por los jueces, que ya es difícil, y luego el Consejo de Ministros
los indulta. Da lo mismo el color.
¿También tengo que respetarlos?
Si hablamos de los sindicatos, esos que debían defender a los
trabajadores, ya vemos lo que pasa, hasta se permiten arremeter contra la Juez
Alaya.
¿También tengo que respetarlos?
A esos ejecutivos fantásticos que han arruinado las Cajas y se han
indemnizado con auténticas fortunas.
¿También tengo que respetarlos?
Por si fuera poco, todavía hay quien intenta hacernos creer que la Justicia es independiente del poder de los políticos.
Supongo que en el resto del mundo pasará algo parecido. Lo que
ocurre en esta España nuestra me duele más, debe ser por lo cercano. La
sensación, que cada día es más fuerte, es de qué hay demasiadas minorías que
nos hacen la “puñeta” hasta agobiarnos. Poco a poco parece que uno pierde la fe
en los demás y la esperanza de remedio se va disipando como un azucarillo en el
café.
Alguien ha hablado de una mayoría silenciosa. Torpe y estúpida,
diría yo. Parece como si unos cuantos señores estuvieran en posesión de la
verdad y consideran que el resto son un atajo de borregos a los que hay que ir
trasquilando poco a poco, luego curtir su piel en la desgracia, hacerlos
fuertes en el sufrimiento y así unos por convencimiento y otros por la
resignación que han mamado, se callan camino del matadero.
Mal que me pese ¡Que no cuenten conmigo! Como ya dije alguna vez
recordando a Quevedo, creo:
No he de callar,
por más que con el dedo,
señalando la boca
o ya la frente,
silencio avises
o adelantes miedo”.
El que quiera entender que entienda. Quedan disculpados de entender aquellos que no tengan entendederas ya sean políticos, funcionarios o vecinos.
Pasadlo
bien. Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario