jueves, 20 de octubre de 2016

FEDERICO, MI AMIGO GITANO


Aquel primer jueves de mayo, mi amigo Federico, que es gitano, se despertó feliz; había tenido un sueño que le haría rico en poco tiempo. Lleno de ánimo, se acicaló rápido, acicaló a su compañero de fatigas, Celedonio, un buen burrillo como corresponde a estos nobles de cuatro patas; no era ni blanco ni negro, todo lo contrario.

Más temprano que de costumbre, muy emocionados y con paso rápido, mis dos amigos se fueron al mercado de ganado de San Serenín del Monte de Arriba, que allí tocaba ese jueves.

Después de otear el campo del mercado, Federico se dirigió a un pequeño lugar, un tanto abierto y casi en alto, que le permitía ver todo lo que allí ocurría. Rápidamente se puso manos a la obra:

-   Apuesten Señores, el no va más, ciento a una para aquel que haga reír a mi burrito Celedonio.

Así una y otra vez y un desfile de curiosos no dejaba de intentar aquel juego diciéndose: “total por un euro”.

A eso del mediodía, se acercó un payo, que los hay muy “saláos”, y que, no fiándose ni un pelo, preguntó:

-      ¿Esto va en serio?
-      Sí Señor, “mu” serio.
-      ¿Seguro?
-      ¡Seguro!

Aquel payo entregó su euro y se acercó al borrico y algo le cuchicheó al oído. Celedonio levanta la cabeza, lo mira con asombro con sus ojos negros y pícaros, mira y remira al paisano y no pudiendo resistir más comienza a reírse a mandíbula batiente,  tanto, que casi se le descoyunta la quijada; hasta le fallaron las pezuñas y tantos revolcones se dio por el suelo que casi se depila.

Mi amigo Federico, mas apabullado y corrido que otra cosa, pagó los cien euros y se marchó con su compañero; se fue triste y preocupado, se preguntaba por aquello que había pasado y que no podía entender.

No había pasado un año y otro jueves, también, a eso del medio día, estaba Federico con su apuesta, cuando, ante sus ojos, aparece otra vez el payo “salao”.
-  Esto no puede ser, este “paisa” me va a liar otra vez. Cambiaré el juego rápidamente y así podré recuperarme.

Así pensaba mi amigo y con la voz recia de un hombre bravo y convencido de su razón, cambió el pregón:

-  Apuesten Señores, ciento a una, para aquel que haga llorar a mi burrito.

Aquel payo, volvió a poner su euro en manos de Federico y se acercó al animalillo de orejas inquietas que lo acompañaba. Al poco, y ante el asombro de todos, el amigo Celedonio se puso triste, muy triste… y unas lágrimas como puños le caían de aquellos ojos grandes como soles.

No pudo sujetar su curiosidad nuestro gitano y después de pagar su deuda, con la tristeza del alma de un “condenao”, le preguntó al payo desconocido como lo había hecho.

-      Muy fácil, el otro día le dije: La tengo más grade que tú”.
-      ¿Y hoy, que le has dicho hoy?
-      ¿Hoy? Hoy,  se la he enseñado.

UN COMENTARIO DEL TEXTO COMO OTRO CUALQUIERA:

         Siempre recuerdo aquella época del bachillerato con cierta nostalgia, seguramente por aquello de que solo tenía que estudiar y no preocuparme de nada más o quizás porque aquellos días ya no volverán. Muchas veces me preguntaba, ante los comentarios que hacían mis profesores sobre aquellos textos, lo que realmente decía este o aquel escritor en el texto que estábamos analizando. Me parecía imposible que, de lo que yo leía, se pudieran sacar aquellas conclusiones.

         Hoy me he acordado del chiste y de los comentarios de texto. Esto se me ocurre que puede venir a decir lo contado:

-  El burrito Celedonio, bien pudiera representar a la mayoría de los votantes en las elecciones, tan convencidos están de su verdad que no oyen al que les advierte de que la realidad es otra, por eso se ríen de ellos; luego, cuando se les muestra, lloran amargamente.

- Federico, mi amigo gitano, puede representar a los dirigentes políticos de aquellos partidos ilusos, que confunden el sueño con la realidad, que piensan que todo el campo es orégano y prometen, pensando que les va a llover del cielo, lo que no tienen. Entiéndase: Una buena parte de los dirigentes de izquierdas actuales, como separatistas, populistas, filo-etarras y demás. A veces, también a los de centro derecha les va este juego, pero suelen ser más cautos.

-   ¿Y el payo? El payo, que de “salao” tiene poco, le viene que ni al pelo a un gallego, que es más bien calladito, que ni sube ni baja, y gana jugando al mus al “tran-tran.”


Pasadlo bien. Andrés

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