Aquel primer
jueves de mayo, mi amigo Federico, que es gitano, se despertó feliz; había
tenido un sueño que le haría rico en poco tiempo. Lleno de ánimo, se acicaló
rápido, acicaló a su compañero de fatigas, Celedonio, un buen burrillo como
corresponde a estos nobles de cuatro patas; no era ni blanco ni negro, todo lo
contrario.
Más temprano
que de costumbre, muy emocionados y con paso rápido, mis dos amigos se fueron
al mercado de ganado de San Serenín del Monte de Arriba, que allí tocaba ese
jueves.
Después de
otear el campo del mercado, Federico se dirigió a un pequeño lugar, un tanto
abierto y casi en alto, que le permitía ver todo lo que allí ocurría.
Rápidamente se puso manos a la obra:
- Apuesten Señores, el no va más, ciento a una
para aquel que haga reír a mi burrito Celedonio.
Así una y otra
vez y un desfile de curiosos no dejaba de intentar aquel juego diciéndose:
“total por un euro”.
A eso del
mediodía, se acercó un payo, que los hay muy “saláos”, y que, no fiándose ni un
pelo, preguntó:
-
¿Esto va en serio?
-
Sí Señor, “mu” serio.
-
¿Seguro?
-
¡Seguro!
Aquel payo entregó
su euro y se acercó al borrico y algo le cuchicheó al oído. Celedonio levanta
la cabeza, lo mira con asombro con sus ojos negros y pícaros, mira y remira al
paisano y no pudiendo resistir más comienza a reírse a mandíbula batiente, tanto, que casi se le descoyunta la quijada;
hasta le fallaron las pezuñas y tantos revolcones se dio por el suelo que casi se
depila.
Mi amigo
Federico, mas apabullado y corrido que otra cosa, pagó los cien euros y se
marchó con su compañero; se fue triste y preocupado, se preguntaba por aquello que
había pasado y que no podía entender.
No había
pasado un año y otro jueves, también, a eso del medio día, estaba Federico con
su apuesta, cuando, ante sus ojos, aparece otra vez el payo “salao”.
- Esto no puede ser, este “paisa” me va a liar
otra vez. Cambiaré el juego rápidamente y así podré recuperarme.
Así pensaba mi
amigo y con la voz recia de un hombre bravo y convencido de su razón, cambió el
pregón:
- Apuesten Señores, ciento a una, para aquel que
haga llorar a mi burrito.
Aquel payo,
volvió a poner su euro en manos de Federico y se acercó al animalillo de orejas
inquietas que lo acompañaba. Al poco, y ante el asombro de todos, el amigo
Celedonio se puso triste, muy triste… y unas lágrimas como puños le caían de
aquellos ojos grandes como soles.
No pudo
sujetar su curiosidad nuestro gitano y después de pagar su deuda, con la
tristeza del alma de un “condenao”, le preguntó al payo desconocido como lo
había hecho.
-
Muy fácil, el otro día le dije: La tengo más
grade que tú”.
-
¿Y hoy, que le has dicho hoy?
-
¿Hoy? Hoy,
se la he enseñado.
UN COMENTARIO DEL TEXTO COMO OTRO CUALQUIERA:
Siempre
recuerdo aquella época del bachillerato con cierta nostalgia, seguramente por
aquello de que solo tenía que estudiar y no preocuparme de nada más o quizás porque
aquellos días ya no volverán. Muchas veces me preguntaba, ante los comentarios
que hacían mis profesores sobre aquellos textos, lo que realmente decía este o
aquel escritor en el texto que estábamos analizando. Me parecía imposible que,
de lo que yo leía, se pudieran sacar aquellas conclusiones.
Hoy
me he acordado del chiste y de los comentarios de texto. Esto se me ocurre que
puede venir a decir lo contado:
- El
burrito Celedonio, bien pudiera representar a la mayoría de los votantes en
las elecciones, tan convencidos están de su verdad que no oyen al que les
advierte de que la realidad es otra, por eso se ríen de ellos; luego, cuando se
les muestra, lloran amargamente.
- Federico,
mi amigo gitano, puede representar
a los dirigentes políticos de aquellos partidos ilusos, que confunden el sueño
con la realidad, que piensan que todo el campo es orégano y prometen, pensando
que les va a llover del cielo, lo que no tienen. Entiéndase: Una buena parte de
los dirigentes de izquierdas actuales, como separatistas, populistas,
filo-etarras y demás. A veces, también a los de centro derecha les va este
juego, pero suelen ser más cautos.
- ¿Y el
payo? El payo, que de “salao” tiene poco, le viene que ni al pelo a un
gallego, que es más bien calladito, que ni sube ni baja, y gana jugando al mus
al “tran-tran.”
Pasadlo bien. Andrés
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