Aquella mañana de mayo, Tere se había
levantado con ganas de dar guerra. Sus dieciséis años, su ignorancia, su mal
carácter y su mala educación la habían puesto en el disparadero. Ya en el
Centro de acogida, después de estar incordiando un buen rato, decidió molestar
a un compañero un poco más niño, se pasó. Una Tutora novata, con sangre de
horchata en las venas, se asustó y llamó a la Policía. Tere seguía en sus trece.
Intervino otra Tutora, esta con experiencia: “No se llama a la Policía, se llama
al SAMUR”. Aquella novata, ni corta ni perezosa y sin anular la primera
llamada, llamó al SAMUR. La Tutora con
experiencia se dirige a la alumna rebelde: “Tere, antes de pegar a Pepe tendrás
que pegarme a mí”. Tere se achanta y se tranquiliza.
En esto, han llegado dos policías con
una ambulancia, dos agentes de la Guardia Civil y el SAMUR. Con el SAMUR, para
estos casos, viene un Siquiatra. La Guardia Civil, una vez que se asegura que
el tema no es de su competencia, se marcha. El Siquiatra mantiene, en el
despacho que le toca, una reunión con Tere. Tere que se ha envalentonado con la
llegada de tanta gente, mantiene su postura de desafío. Después de un rato,
dice el Siquiatra: “¿Esto es todo lo que puedo esperar de ti?” Ante la
respuesta de la niña, sin cortarse un pelo, escribe su informe y pone CONTENCIÓN.
La primera vez que oí esta palabra,
tendría yo once o doce años. Nos comentaba mi padre, que en paz descanse, “Están
trabajando en una ataguía en el rio”. ¿Qué es eso? Preguntamos. “Es un muro de
contención que se pone en el rio, con él se desvía el agua a un túnel y así se puede
construir la presa sin que el río moleste.
El significado de la palabra CONTENCIÓN, que pone el Siquiatra, es totalmente
diferente. Sigo con mi cuento: Es verdad que la menor parece que pertenece a
ese grupo de rebeldes, yo digo sin causa, que va contra todo, que se creen con
todos los derechos y alguno más y que los demás están para mimarles. A pesar de
eso, la niña empieza a preocuparse y se ha quedado tranquila. Con el informe en
la mano hay que trasladar la niña al hospital, como es menor, la tiene que
acompañar la Tutora. Tan tranquila está que la dejan que elija en que
ambulancia quiere ir. A ella le da igual. Durante el camino, la Tutora le
aconseja que haga todo lo que le digan con tranquilidad. Llegan al hospital,
aparecen dos agentes de seguridad, dos celadores y una enfermera, la llevan a
un cuarto en el que hay una cama con correas, la dicen que se desnude. La niña
no entiende nada, no se puede creer que por decirle a alguien lo que sea la
puedan obligar a tal cosa, dice: “Delante de los hombres ¿Es que no hay
mujeres?” La enfermera “Lo siento es lo que tenemos y hay que aplicar el PROTOCOLO”. La niña “Que se den la
vuelta”. Los hombres, con educación y mucho respeto se dan la vuelta y no
miran. Se pone una bata de hospital y la atan a la cama, ni rascarse puede.
Después de dos horas le dan el alta y
se van a casa. No le han dado pastillas ni nada que se le parezca. La niña
estaba tranquila antes de montar en la ambulancia.
Mi ángel endemoniado, el rojo y
comunista, maldice al Doctor Siquiatra, mayor de edad, universitario y con una
especialidad que debiera haberle hecho actuar de otra manera y no mostrando su
chulería, su poder y su incompetencia.
Mis queridos amigos que os sentáis en
la mesa del Pleno de Valdemorillo, espero que este verano hayáis dedicado algún
ratito a pensar en la reposición de la legalidad urbanística en Mojadillas y
donde haga falta y ¿Por qué no? Otro ratito para ver como registráis las calles
y las zonas verdes de las urbanizaciones a nombre del Ayuntamiento, acordaros
de que lo aprobasteis en el Pleno de enero del año pasado. Espero, también, que
no copiéis del siquiatra de marras, claro que, si ficháis a uno como el del
cuento, a lo mejor, podéis lograr que estemos calladitos.
Creo que no me sienta nada bien el frío, ahora que lo pienso, el calor tampoco.
Pasadlo
bien. Andrés
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